Revolución y sociedades horizontales
Es necesaria una revolución. La pobreza inhumana en crecimiento, las desigualdades sociales, las injusticias que nos rodean, nos obligan a proponernos por compromiso social, o al menos por sobrevivencia, caminos para cambiar nuestras sociedades. Casi por la inercia de nuestra cultura jerárquica tendemos a creer en que el motor de esa revolución o el camino para lograrla está en una revolución en el poder político. Imponerla desde arriba, desde “el poder”. ¿Podremos percibir el peligro de que una “revolución” que un grupo le imponga a otro se quedará en los mismos esquemas de dominación en sociedades jerárquicas excluyentes y que por consiguiente, en el fondo, todo seguirá igual? ¿Podremos, amigos, romper nuestros esquemas mentales y abrirnos a la posibilidad de que los caminos de la revolución pueden estar en otros procesos sociales, distintos a los que puedan darse en el ámbito político?.
Hicieron la revolución y no nos dimos cuenta. Por más que he buscado en la historia quién dio el golpe de estado, o cuál fue la insurrección o guerra para el nacimiento del capitalismo, no la he encontrado. Ni en Europa, ni en el continente americano. Revisé la historia norteamericana y encontré que la autoridad del rey inglés fue, en la práctica, sustituida por la idea de que el poder está en los ciudadanos reunidos en asamblea. Así funcionaron las colonias norteamericanas y esa idea poderosa del poder del pueblo reunido, de la comunidad, con un alto contenido en sus orígenes en planteamientos religiosos, gestó la independencia de los Estados Unidos y aportó las bases a la democracia que conocemos en esa nación. En esa historia, sin embargo, también me topé con otro pensamiento religioso que minaba la idea de la comunidad igualitaria: Si Dios te quiere te lo demuestra en la Tierra. Te da poder y riqueza, exigiendo tu trabajo individual. Las desigualdades no sólo son naturales, sino que, además, son la voluntad de un Dios para sus elegidos. En las mismas asambleas de los colonos norteamericanos no todos eran iguales por su riqueza y poder y esos hechos también marcaron el futuro de esa sociedad. La religión que inculcaba esas ideas tenía como estandarte otra idea dominante: la libertad. La libertad de interpretación de la Biblia, la libertad personal, la libertad de organización religiosa. ¿Cómo había surgido esa religión defensora de la libertad y la riqueza?
Busqué también en la historia la revolución que impuso la idea de la libertad y lo que conseguí fue que ya la libertad dominaba en la sociedad europea, como hecho social, cuando la libertad como hecho político se manifestó y que el pensamiento religioso de los protestantes, el de la libertad religiosa, era consecuencia de un hecho económico y no su causa inicial.
La libertad era la idea dominante de una minoría económica: la de los “buhoneros” de los feudos. A ellos no les servía la idea dominante de la economía feudal de obediencia y sumisión que expresaba la religión de Roma y que explicaba las relaciones de los siervos y de todo el conjunto social que habitaba en esos espacios. Ellos vivían en esas sociedades como marginales y eran vistos como un mal necesario. Se movilizaban de feudo en feudo, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, intercambiando mercancías y llevando a los feudos bienes que no se producían allá. La libertad, de movilización, de negociación, de pensamiento y la forma de obtener la riqueza como valor social, eran inherentes a ese grupo minoritario.
Con la liberación de las barreras que encerraban a Europa al final del período feudal, el comercio se convirtió en un eje de la economía y ese grupo minoritario pasó a ser el centro de la colectividad. La ideología de la libertad y la justificación de la riqueza individual se convirtieron en una necesidad imperiosa de la sociedad que crecía con nuevas bases. Aparece entonces una religión, la protestante, enarbolando la libertad. Ella es la que retroalimenta el proceso económico y social. Las naciones que asumieron esas creencias hicieron coherente su realidad económica con los procesos ideológicos y sociales que la acompañaban.
Toda esa tremenda revolución no fue impuesta por la vía política sino que los hechos económicos y sociales hicieron necesario que se reorganizara la sociedad política. El cambio de la lógica económica obligó a construir una sociedad coherente en lo político y lo social.
En esa apertura mental necesaria para replantearnos una revolución, ¿no deberíamos considerar que una fuerza social determinante que impulse los cambios hacia una nueva sociedad no jerárquica, horizontal, podría venir de un cambio profundo en los hechos económicos? ¿Que una nueva cultura de relaciones humanas y modelos de participación política pueden surgir en coherencia con la vivencia de relaciones económicas distintas, en una economía gestionada con procesos democráticos y asociativos?
Debemos oír crecer la hierba. Peter Drucker nos muestra que el 50% de las corporaciones norteamericanas tienen como dueños capitales colectivos, fondos de pensiones dirigidos en la práctica por trabajadores conocedores de la materia. Estos fondos no conducen las corporaciones y empresas, sino que las seleccionan para invertir. Según Drucker ya estamos en un postcapitalismo en donde las empresas son dirigidas, en realidad, por el poder del conocimiento, por el factor humano. Ese cambio profundo está acompañado con la ruptura de esquemas verticales de gestión que se correspondía con el poder personal de los dueños de empresa. La gestión horizontal, participativa es mucho más coherente cuando equipos humanos multidisciplinarios dirigen las empresas y cuando los cambios en el ámbito de la comunicación facilitan la gestión asociativa en dichas empresas, e instituciones. La asociatividad coherente con una nueva economía viene creciendo en todo el mundo. Ese desarrollo de empresas de gestión horizontal se manifiesta al constatar que hoy existen más de 2000 millones de ciudadanos en el mundo que formamos parte de empresas cooperativas y otras empresas de la Economía Social. Estas empresas, las genuinas, además de su importancia creciente en el hecho económico, vienen impulsando un proceso de transformación cultural, de educación y de aprendizaje de gestión empresarial y vida ciudadana. Ese cambio hacia la vida asociativa es la opción hacia la superación de la pobreza y las desigualdades. Ese cambio es el cambio que hace viable una revolución capaz de romper con el concepto jerárquico imperante y se orientada hacia el desarrollo de una sociedad horizontal.
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